Titulares

San Pedro Apóstol

Es uno de los pilares fundamentales de la Iglesia Católica, Príncipe de los Apóstoles, cabeza de la Iglesia, y primer Papa, por ello su imagen es una de las que con más frecuencia se encontrará tanto el devoto como el simple amante del arte o el curioso de la iconografía.
La iconografía de San Pedro es extensa y variada, y su vida y hechos, unos ciertos, recogidos en los textos sagrados, y otros fruto de la imaginación, acogidos como verdaderos por la devoción popular, episodios de la vida y leyenda del Apóstol que el arte plasmará en todas sus ramas, desde la llamada de Jesús para convertirse en pescador de hombres, pasando por todos y cada uno de los sucesos recogidos en los Evangelios, el libro de los Hechos y la tradición popular, hasta su crucifixión inversa en Roma, y la interpretación de las visiones que de él han tenido otros santos.
En lo que respecta a nuestra Hermandad, la imagen a la que damos culto representa una iconografía especialmente significativa y que tuvo una excepcional importancia en la Contrarreforma, al ver en ella un importante testimonio del valor sacramental del arrepentimiento y la penitencia para la salvación del pecador. Se trata de las tres negaciones y el consiguiente arrepentimiento, que nuestra venerada imagen, aunque de vestir, enteramente tallada, y representa a San Pedro arrodillado, en amargo llanto, las manos prietas, y el rostro implorando perdón, con la mirada perdida hacia la celestial altura.
En el paso procesional, junto a la imagen del Santo, aparece el gallo, que viene a remarcar el pecado y su arrepentimiento, y cuya presencia aparece ya desde los primeros tiempos y es ampliamente utilizada, siendo frecuente se represente sobre un pilar o columna, sobre una roca, junto al Apóstol, o entre éste y Jesús. Se suele revestir de túnica azul y manto rojo y otras veces de colores claros, imaginando como vestiría un sencillo pescador. Sería interesante recuperar para el manto el color amarillo albero o anaranjado con que suele el arte representarlo.
El desconocido autor de la magnífica talla, probablemente de la escuela antequerana, interpreta el momento recogido en los cuatro evangelios:
  • Mateo (26, 69-79) Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y al momento cantó el gallo. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes del canto del gallo me negarás tres veces". Y saliendo fuera, lloró amargamente.
  • Marcos (14, 66-72) en su versión de las palabras de Jesús, nos da la novedad del segundo canto del gallo: "Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres" y se puso a llorar.
  • Lucas (22, 54-61) acaba el episodio repitiendo el texto de Mateo: Y saliendo fuera, lloró amargamente.
  • Pero sin embargo Juan (18, 15-27), en un relato mas extenso, que incide más en la descripción de las negaciones, nada nos dice del llanto de arrepentimiento, terminando el fragmento escuetamente con la tercera negación: De nuevo negó Pedro y en seguida cantó el gallo.

María Santísima de los Dolores

De todas las advocaciones con que se venera a la madre de Dios, la de la Virgen dolorosa quizá sea la mas extendida, por ser la que mas llega a los fieles. Desde muy antiguo, y especialmente con los místicos, fue cimentándose la idea de una pasión de la Virgen paralela a la pasión de Cristo. Según nos relata Santa Bárbara en sus "Revelaciones" , es la propia Virgen en sus apariciones a la santa, la que le revela que los dolores de Jesucristo habían sido sus dolores, por que el corazón de Cristo era su corazón, un corazón generoso en el que se fueron clavando, siguiendo la metáfora de Simeón, los dolores como espadas, que la tradición popular identificará en siete, siendo estos siete dolores de María una de las devociones mas arraigadas desde la Baja Edad Media.
Las siete espadas o dolores de la Virgen, a saber: la Profecía de Simeón, la huída a Egipto, el Niño perdido en el templo, el encuentro de Jesús con María en la calle de la Amargura, María junto la cruz de Cristo, María acogiendo en su regazo el cuerpo inerte de Cristo y la colocación del cuerpo de Cristo en la sepultura, son imágenes que han sido representadas ampliamente en toda la Historia del Arte y en todas sus manifestaciones, bien unidas en grupos o retablos, formando un todo, bien aisladamente.
En nuestra Hermandad damos culto a una imagen de la Virgen Dolorosa de las llamadas de vestir o de candelero, desconociendo cual pueda ser su autor. Normalmente suele vestir hábitos de la realeza de María, coronada por presea real con imperiales y ráfaga, a veces sustituida solo por una ráfaga en sus benditas sienes, o bien se vista con el tocado llamado de hebrea, especialmente utilizado en cuaresma. Actualmente la imagen adquirió la iconografía extendida en Sevilla, con los brazos separados, lo que le permite colocar en sus manos rosarios, pañuelos en que enjugar sus lágrimas y otros atributos de la pasión, amén de llenar sus delicados dedos con anillos. Los dolores se representan en un puñal clavado en el pecho.
Sin embargo, antaño, la imagen estaba representada con las manos unidas y los dedos entrelazados, que servían de soporte a una especial joya, con forma de corazón atravesado por los siete puñales, donada, junto a una saya y manto bordados en oro sobre terciopelo azul, por el Vicario Don Manuel Bejarano y Fonseca, patrono de la primitiva hermandad Servita, cuyo cuidado en la actualidad recae en los Marqueses de Cerverales, como herederos del Vicario, el cual además de dichas donaciones, movido por una desbordada devoción a la Virgen de los Dolores, labró la capilla donde se venera la imagen en terrenos de su propio palacio, quedando desde entonces anexa a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
El autor de la talla quiso representar en la imagen el quinto puñal o dolor de María, que solo está recogido en el Evangelio de Juan (19, 25-27): Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, (...) Jesús al ver a su madre y junto a ella al discípulo mas querido, dijo: "Mujer ahí tienes a tu hijo." Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. Esta extendida iconografía sin embargo no está recogida por los otros tres evangelistas, que se limitan a decir que junto al calvario estaban las mujeres que lo habían acompañado, popularmente llamadas "las Marías" (María Magdalena, María la madre de Santiago, la de Salomé...). Sin embargo, es lógico pensar que si María estaba en Jerusalén no abandonaría a su Hijo en tan trágicos momentos, lo que ha tomado como cierto desde muy antiguo la sabiduría popular, imaginando todos aquellos episodios tan duros de la pasión de Jesús que debió sufrir María su madre, en su propio corazón.

Santo Cristo De Las Penas

Y si los dolores de María están representados en la Historia del Arte, los padecimientos de su Hijo lo están también, recogiendo en sus diversas expresiones todos y cada uno de los momentos de la Pasión, no solo los descritos en los Evangelios, sino también aquellos imaginados profusamente por las visiones de los santos y la devoción popular. Como es sabido, el Concilio de Trento da una especial importancia a las representaciones en imágenes de la vida y sobre todo de la pasión de Jesucristo, por el carácter catequético que adquirían, siendo una forma efectiva de narrar y hacer llegar el contenido de los libros sagrados a un pueblo que sin saber leer, adquirían su conocimiento de tal manera a través de las manifestaciones plásticas expresadas por el arte.
La iconografía de Cristo en el momento posterior a la flagelación ( en el que sufre la burla de la soldadesca, ironizando sobre su realeza, y así la sede del trono será una piedra, su corona de espinas, por cetro una caña y cubierto por un manto púrpura, siendo reverenciado con sorna por sus verdugos, y al que burlescamente ultrajaban aclamándolo como rey de los judíos) está muy extendida, bajo las advocaciones de Jesús de la Humildad y Paciencia o Cristo de las Penas (por ejemplo, en las cofradías de Sevilla el Cristo de las Penas de la Cena, Cristo de la Salud y Buen Viaje, de la de San Esteban, o de la Coronación de Espinas, de la del Valle, y aquí en Estepa, el de la Humildad y Paciencia de la Hermandad del Dulce Nombre).
En algunos casos, como en las imágenes de Estepa, la ubicación junto a la imagen del pilar o columna de la flagelación, ayuda a definir el momento, diferenciando esta interpretación de otra en la que Jesucristo aparece en una pose parecida, pero en un episodio distinto de la pasión, también sentado pacientemente, pero aguardando el fatal momento de la cruxificción, mientras sus verdugos manipulan el instrumento de la tortura: la cruz, y que podemos ver en el Cristo de las Penas, de la Hermandad de la Estrella de Sevilla, o en el lienzo del Cristo de la Clemencia, de Alonso Cano, de la Iglesia de San Ginés de Madrid.
La imagen cristífera que toma nuestra Hermandad es la de Cristo sentado sobre una piedra, junto la columna de la flagelación, coronado de espinas y con la caña en la mano derecha. A pesar de no procesionar actualmente en la Estación de Penitencia del Martes Santo, desde muy antiguo se daba culto al Cristo de las Penas, el cual acompañaba en la procesión al Señor San Pedro los Domingos de Ramos, e incluso posteriormente durante algunos años, tras la reorganización de 1953. Es curioso como se veneran dos imágenes distintas, y ello se debe a que la primitiva, que se encuentra en nuestra Capilla, data de los tiempos de la fundación, en hechura de papelón, material que tiende a deformarse, lo que junto a su relativa calidad artística y estética, hace que se sustituyera en el siglo XVIII por otra talla, donada por el clérigo D. Rodrigo de Melgar a la Iglesia del Carmen, con la condición de que se cediera para la acompañar a la procesión del Señor San Pedro, por lo que amablemente es cedido cada año por la Parroquia de San Sebastián para los cultos cuaresmales.
En ambos casos las imágenes representan lo narrado en los Evangelios: Juan (19, 1-3) nos lo narra escuetamente: Entonces Pilato ordenó que tomaran a Jesús y lo azotaran. Después los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le colgaron en los hombros un manto de color púrpura y acercándose a él le decían: ÒÁViva del rey de los judíos!Ó Y le daban bofetadas. Descripción que, situada después de la flagelación, prácticamente repiten, aunque con más detalles, tanto Marcos (15, 16-20) como Mateo (27, 27-31), siendo éste el único que introduce la figura de la caña como simulacro de cetro real. Sin embargo Lucas (23, 16) simplemente nos dice que Pilatos lo castigó.

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